
Por: Lucía Mena (Vecina de Jesús María).
Un valor o un precepto filosófico o moral es, por definición, un enunciado que nos llega desde el reino de lo inmaterial, desde el universo del pensamiento puro, desde el campo aparentemente ilusorio de las cosas que no se tocan ni se ven.
De ahí la dificultad con que tropezamos los padres de familia, los maestros y los comunicadores de diferentes ámbitos cuando intentamos defender y exaltar determinadas conductas o determinados valores ante quienes nos rodean. ¿Cómo lograr que lo abstracto pase a ser atractivo y convincente en un mundo que no se cansa de privilegiar lo concreto, lo urgente, el "aquí y ahora", lo que está cerca y se puede tocar, lo material? …”
Desde la realidad fáctica actual, los conceptos abstractos parecen inalcanzables, tan distantes que hasta el esfuerzo de acercarlos nos desalienta y abandonamos cualquier intento de atraparlos y aprehenderlos.
Quienes hemos recibido de nuestros padres la educación y los valores necesarios para desempeñarnos como personas de bien, sintiendo el compromiso y la entrega para hacer de nosotros seres respetuosos y respetables, nos encontramos hoy en un entorno que poco parece haber recibido y aprehendido en materia de buenas costumbres, formalidad, responsabilidad y otras tantas cualidades que muestran nuestra esencia.
Educar en valores
Educar en valores no sólo debiera ser una responsabilidad de los padres, lo cual parece no significar nada para algunas parejas cuyos hijos no saben comprender el significado de esas palabras.
Educar en valores debería ser una política de estado, donde las instituciones educativas continúen la labor comenzada en el seno familiar.
Educar en valores, debería ser una materia universitaria, donde los futuros profesionales puedan incorporar cualidades trascendentales en forma paralela a su formación de práctica profesional.
Poseer educación en valores debería ser una exigencia para el egreso universitario, para otorgar los títulos habilitantes de todas las carreras y especialmente para aquellas cuyo ámbito laboral tenga relación directa con personas e instituciones de bien público.
Poseer educación en valores debería ser un requisito excluyente para acceder a un puesto laboral; deberían existir protocolos psicológicos y pruebas especiales que permitan advertir las conductas de los interesados en ingresar a una institución o empresa.
Demostrar educación en valores parece ser lo menos importante para muchos de nuestros dirigentes, de todos los ámbitos y niveles, que no mantiene una actitud comprometida con la tarea que desarrollan y que no son e-jemplos para quienes se de-sempeñan a su alrededor.
Demostrar educación significa poseer valores como respeto, decencia, servicio, prudencia, formalidad, diplomacia, buen gusto, honestidad, sinceridad, lealtad, amor al prójimo, gratitud, humildad… y, seguramente, me olvido de alguna palabra que quizás tampoco adquirí de la mejor forma.
Es necesario que pongamos las cosas al derecho y que nos demos cuenta de que, para que funcione bien la vida en sociedad, es esencial erradicar la viveza y la deshonestidad como sinónimos de éxito y sustituirlos por la dedicación, la honestidad y la colaboración en la búsqueda de los objetivos que le den sentido a nuestra existencia.
“Educar en valores”… ojalá sea el título adecuado para comenzar a cambiar nuestras miserias sociales y reemplazar las carencias por conceptos bien arraigados en nuestro ser.
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